Por la noche, visitamos el mercado nocturno. Es grande y los vendedores ofrecen toda clase de cosas. Mientras los adultos preparan comida, los niños atienden a los clientes o duermen entre las ollas en el suelo sobre una estera. Hay un animado ir y venir y en cada esquina un nuevo olor nos llega. Con el estómago lleno, ahora estamos de regreso en el hostel y esperamos con ansias el viaje de mañana a Phitsanulok.