Publicat: 21.12.2018
Cuando tuve que partir de la Ciudad de México hace 2 días, en realidad me sentía triste por dejar este país que me ha impresionado de manera tan inesperada y positiva. He viajado por la mayor parte de la Península de Yucatán, así como por la región de Chiapas, y tal vez fue allí donde finalmente me sentí cómodo y satisfecho siendo un trotamundos.
Definitivamente, México me hizo bien. A diferencia de todas las historias negativas que se cuentan sobre el país en términos de crimen y violencia, ¡no he tenido ni una sola mala experiencia! No quiero negar que el crimen y la violencia existen, pero todas las personas que conocí fueron extremadamente cálidas y amistosas, y a pesar (o debido) a la barrera del idioma, siempre intentaron ayudarme. Me he encariñado especialmente con los conductores de los colectivos y elegí los colectivos como mi medio principal de transporte. Son muy económicos, los conductores nunca intentaron estafarme en cuanto a la tarifa y ellos (o los otros pasajeros a bordo) siempre me decían dónde bajar para que me sintiera realmente seguro y atendido.
Me encantó la comida una vez que pude volver a comer :-/
Hay algunas escenas que me han dejado una impresión duradera: hay una omnipresencia de policías, militares y guardias de seguridad privados, lo cual a menudo me desconcertaba porque no podía detectar la razón de su aparición en un camión, armados hasta los dientes.
Luego está el ambiente y la atmósfera alegres entre muchas personas a pesar de todas las dificultades que enfrenta el país. Por ejemplo, los lugareños a menudo bailaban en la calle al ritmo de la música en vivo que tocaban algunos músicos callejeros.
En San Cristóbal observé cómo dos mujeres indígenas de los pueblos cercanos iban a la ciudad a retirar dinero de un cajero automático en un banco. Obviamente, no estaban acostumbradas a manejar la tecnología (o ¿no podían leer?) porque le entregaron su tarjeta bancaria al guardia de seguridad y le pidieron que retirara el dinero por ellas. Esto me impactó especialmente porque me di cuenta de cuán desamparados deben sentirse los indígenas. Han sido desfavorecidos durante tanto tiempo y ahora se enfrentan a un mundo que depende en gran medida de la tecnología, que ya no es posible evitar.