Publicat: 16.04.2023
A las 4:30 am toca el guía turístico abajo, yo apenas estoy medio vestido. Luego, seguimos recorriendo otros hoteles con el Sprinter hasta que casi todos los 15 asientos están ocupados. Un grupo de viaje muy diverso con colombianos, un israelí, una alemana, un peruano, coreanos, brasileños, argentinos y chilenos. Hay una espera de 1,5 horas en un camino destartalado hasta el campo de géiseres el Tatio. Al llegar, todavía está oscuro. El guía explica lo básico sobre la función de los géiseres y advierte sobre los selfies demasiado arriesgados, un turista francés se cayó aquí hace unos años en un estanque de géiser y murió cocido. Hay una densa neblina. Una armada de alrededor de 30 Sprinters más ya está en el estacionamiento. “Chocopanda” es el apodo de nuestro guía, cuando él grita eso, los 14 huéspedes tenemos que seguirlo obedientemente para no perdernos en la sopa turística de neblina. Suena divertido.
Los géiseres en sí son un poco decepcionantes. No son chorros de agua de varios metros, como se ve en las fotos, sino más bien como el pozo de cocción en Wiesbaden. El guía cuenta que hubo varios intentos de usar la zona para geotermia, pero ocurrió un incidente donde un chorro de 70 m se elevó durante horas. Luego, la protesta de los indígenas, que consideran esta área sagrada, fue tan grande que el proyecto fue suspendido.
Después de visitar varios estanques burbujeantes, manejamos un poco y desayunamos con vista al campo de géiseres desde lejos. En el camino, vemos muchas vicuñas (una forma primitiva de llamas que no puede ser domesticada). La parada en la Laguna Verde es un punto destacado, en el oasis verde hay vicuñas, algunos flamencos y viscachas (una especie de chinchilla).
A mediodía, nos dejan de nuevo en el centro de San Pedro y camino de regreso bajo el calor en mi atuendo de invierno completo.
El resto del día lo paso mayormente en la cama. Por la noche, compro algunos bocadillos para la excursión a la Salar de Uyuni que está prevista para mañana.