Publicat: 09.12.2022
Los dos me llevaron a un lugar donde quería hacer autostop hacia Coromandel-Town, desde donde la gerente del centro budista en Colville vendría a recogerme. Estuve allí durante una hora y ya estaba nervioso, por un lado porque no llegaría puntual a Coromandel y por otro, porque se había anunciado una gran tormenta y mi ropa de lluvia no soportaría mucha agua. Pero justo antes de mi desesperación absoluta, se detuvo un viejo autobús negro y un hombre mayor, pero que aún lucía joven, me recogió; llevaba un extremo de un porro en la boca y el autobús era su hogar. Era buzo y pescador y se ganaba algunos dólares así. Probablemente también vendía marihuana, que me ofreció, pero que rechacé amablemente. Entonces me contó historias de aventuras sobre encuentros con enormes tiburones bajo el agua y su hermano, que pasó un año en un retiro de silencio y fue campeón de kickboxing en Australia en dos ocasiones. Era una personalidad única y socialmente probablemente un marginado, pero a mis ojos era un auténtico artista de la vida, con mucho coraje y experiencias fascinantes en y con la naturaleza. Le estuve profundamente agradecido, tanto por el viaje como por el interesante encuentro.
Al llegar a Colville, Helen nos recibió a mí y a una chica de Holanda, que también quería ir al centro budista, con un abrazo cálido y nos llevó al remoto Colville. Colville está en algún lugar de la nada. Y aquí no tengo ni WiFi ni señal de móvil...