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Hora de la cosecha

Publicat: 08.01.2021

Septiembre es la hora de la cosecha. Ya en los pintorescos meandros del Lot en Francia, Zappa ha desaparecido repentinamente sin dejar rastro durante la siesta en el calor del mediodía. No me preocupo demasiado al respecto, eso ocurre de vez en cuando, se sumerge en pensamientos profundos o simplemente mira hacia el vacío. Observo a los trabajadores en la otra orilla en su pausa para el almuerzo y me quedo dormitando. Después de unos 20 minutos, me despierto y mi acompañante todavía está perdido. Ahora tengo que ir a buscarlo – y lo encuentro bajo un arbusto de avellanas. Como una ardilla, recoge las nueces, el gran cuenco ya está rebosante. Cuando me ve, establece generosamente que el resto debería quedarse para los ratones. Y ya pensaba que podría abastecer a toda la familia con avellanas para el invierno.

En las polvorientas carreteras rurales de España, hay almendros por todas partes, que al igual que aquí, las manzanas no reciben mucha atención por parte de la población local. Estamos de viaje en una caliente tarde en Aragón, para comprar pan. Con pequeñas aldeas francesas en mente, nos imaginamos que tampoco aquí debería ser un problema encontrar un panadero en el próximo pueblo. Las estrechas calles requieren algo de habilidad al volante y después de la tercera vuelta por Candasnos, debemos constatar que aquí, aunque hay algunas casas en venta, no hay pan. Delante del único bar, un par de ancianos se sientan frente a vasos vacíos y probablemente especulan sobre qué cabaña queremos adquirir. Pero antes de que uno de los señores pueda hacernos una oferta atractiva por su deteriorada propiedad cerca de las incontables granjas de cerdos, seguimos nuestro camino. Después de un recorrido de aproximadamente 50 km, seis pueblos aragoneses y una bolsa llena de almendras, terminamos nuevamente en Lidl.

Grandes higos azules caen por todas partes de los árboles y no podemos comer tantos como nos gustaría.

En una plantación de nectarinas, los hombres de piel negra se han olvidado por completo de cosechar un pequeño árbol, no hay nadie cerca y las jugosas frutas brillan al sol del sur. ¿Quién podría pasar de largo? Rápidamente recojo un cuenco lleno de estas nectarinas increíblemente dulces, cuyo aroma nunca llega a nuestros supermercados.


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